sábado, 20 de febrero de 2016

Museo de la Inquisición y Tortura (I)



Que el ingenio del ser humano es inmenso no vamos a discutirlo, o por lo menos no lo haré yo.
Tampoco negaré la capacidad de superar la adversidad y de crecernos ante ella, pero que ese mismo ser humano es capaz de imaginar elementos para causas dolor y llevarlo a cabo tampoco voy a negarlo.

Hace unos días tuve la oportunidad de visitar el Museo de La Inquisición y Tortura que posee el pueblo de Santillana del Mar.
Perpleja ante tanto imaginario malvado y cruel nacido desde el fondo de nuestra propia existencia y miseria humana (que también la tenemos).

La única aseveración que conseguía repetir ante tanta magnitud de maldad era para admirar, por otro lado contrapuesto, la capacidad que tiene el ser humano para causar daño a otro ser de su propia especie, porque, obviamente, si nos referimos  a otros seres que consideramos inferior incluyendo a la naturaleza entre ellos ya lo hemos dejado claro en multitud de ocasiones.

Aprovecho esta oportunidad para compartir con todos algunos de estos elementos de tortura y para agradecer al personal del museo la oportunidad de poder exponerlo en este blog.

Aconsejo la visita a dicho museo y que sientan en primera persona la impresión que causa.

LAS JAULAS COLGANTES  


Hasta el fin del siglo XVIII, en los paisajes urbanos y suburbanos de Europa abundaban las jaulas de hierro y de madera adosadas al exterior de los edificios municipales, palacios ducales, palacios de justicia, catedrales y a las murallas de las ciudades, también colgando en los extramuros de altos postes cerca de los cruces de camino; frecuentemente en los éstos habían varias jaulas en hilera.
La víctimas, desnudas o casi desnudas, eran encerradas dentro y colgadas. Sucumbían por hambre o sed, por el mal tiempo y por el frío en el invierno, por el calor y las quemaduras solares en verano. A menudo habían sido torturados y mutilados para mayor escarmiento. Los cadáveres en putrefacción generalmente se dejaban "in situ" hasta el desprendimiento de los huesos y como escarmiento a la vista de todos.


LA RUEDA 

Este "encantador" elemento de tortura era  empleado para los crímenes graves. El procedimiento se dividía en dos momentos diferentes. En primer lugar, en público, se rompían los huesos y las articulaciones de los brazos y las piernas de los condenados dando golpees violentos con la rueda.
Posteriormente se les ataba entre los radios de la rueda de manera horizontal al extremo d eun poste, que después sse levantaba para dar inicio a la seguda fase, la más malvada ya que consistía en darles de comer y beber mientras aves y roedores los iban arrancando tiras de piel.
Fueron Alemania y Francia los países que más utilizaron este macabro elemento.

EL TORO DE FALARIS  (PHALARIS)
Instrumento Siciliano que fue usado en los siglos XVI, XVII, XVIII. Invento que se le atribuyó a Falaris o Phalaris tirano de Agrakas (actual Agrigento en Sicilia), que murió en el año 554 AC.
Se trataba de introducir a los seres humanos dentro de una efigie de un toro de bronce al que se le colocaba leña debajo y alcanzaba unas temperaturas elevadísimas de horno.
Los alaridos y gritos de las víctimas salían por la boca del toro que parecía mugir.
El Toro de Falaris estuvo presente en numerosas salas de tortura del 1500-1700.

EL ROMPECRÁNEOS

Colocado alrededor de la cabeza, los pinchos, bajo la fuerza de la presión del tornillo, señalaban el cráneo que,  junto con la fuerza a ambos lados de los pinchos más gruesos, hacían que se desprendiese el casquete cránico. 
Las dos cavidades que se observan a los lados del elemento de tortura, era para colocar ganchos o correas para alzar a la víctima, hasta que se desprendía el cráneo o las vértebras cervicales.
 







Aquí dejamos la primera entrega de este post algo inquientante.

Las fotos que aquí se exponen son propias salvo la del Toro de Falaris (Taringa).
Los comentarios son, en su mayoría, los que encontramos en el Museo.