jueves, 18 de noviembre de 2010

Pena de muerte: error garrafal

Desde hace tiempo he pensado, como tantos otros, que la pena de muerte es una determinación bastante cuestionable. Entre otras razones porque, si he de ser honesta, prefiero ver a esos señores haciendo algo por la sociedad, que no terminar con su vida como aquel que dice "dejándoles ir de rositas". Luego, por supuesto existe la gran posibilidad de que estemos condenando a un inocente, y esto, roedores amigos, es algo que, desgraciadamente, ha sucedido desde siempre y el ultimo caso es el que les paso a relatar:

Claude Jones, fue ejecutado en el año 2000 por error ya que la acusación basaba su relato en un pelo que se decía era de el.

Jones siempre había asegurado que no fue quien entró en una licorería de Texas y mató a tiros al propietario durante un robo. Su condena se basó en una única prueba forense: un pelo que, según los fiscales, era suyo.

Pero esta semana se han conocido los resultados de las pruebas de ADN --solicitadas por el 'Observer' y por Innocence Project, una organización con sede en Nueva York-- y revelan...
que el pelo era de la víctima del crimen, Allen Hilzendager. Un día antes de que lo ejecutaran, Jones pidió un aplazamiento para que se realizasen pruebas de ADN, pero el entonces gobernador de Texas, George W. Bush, no lo autorizó.

Dado que las pruebas realizadas no implican a otro agresor, los resultados no demuestran la inocencia del condenado, pero el pelo era la única prueba que le situaba en la escena del crimen. Es decir, los resultados no indican que no fuese culpable pero sí lo ponen en duda.

Barry Sheck, cofundador de Innocence Project, señaló en un comunicado que estas conclusiones "demuestran que los testimonios sobre la muestra de cabello en la que se basaba todo el caso estaban equivocados". "Una ciencia forense poco fiable y una revisión del proceso tras la condena totalmente inadecuada le costó la vida a Claude Jones", añadió.

Jones, que tenía 60 años cuando fue ejecutado en diciembre de 2000, fue el último hombre cuyo ajusticiamiento fue aprobado por Bush cuando era gobernador. Sin embargo, los documentos del caso ponen de manifiesto que Bush, que ha defendido que se hagan pruebas de ADN en los casos de pena de muerte, no fue informado por el personal de su oficina de que lo que pretendía Jones era que se hiciesen precisamente este tipo de test.

Cuando Jones fue condenado, en 1990, no existía la tecnología que se ha aplicado en las pruebas de esta semana, la del ADN mitocondrial. Pero ya existía en 2000, cuando Jones pidió a dos tribunales de Texas y luego al gobernador el aplazamiento de la ejecución.

Aunque ya son varios los casos de pena de muerte en Estados Unidos en los que han surgido dudas a raíz de los resultados de pruebas de ADN, éstas no han demostrado de momento la inocencia de ningún preso ejecutado.

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