jueves, 12 de julio de 2012

Gigoló, actor porno y asesino despiadado



Actor porno y gigoló canadiense, ligó el 14 de mayo con Jun Lin, un estudiante chino. Después de una aventura sexual lo despedazó, filmó el proceso, lo colgó en la web y envió paquetes con trozos de su víctima a las sedes de los principales partidos de su país. detenido en Berlín, a la espera de ser extraditado a Canadá y mientras la policía investiga si hay otras víctimas, le mostramos a este asesino.

Realmente parece una película, pero nada de eso, a continuación les dejo esta historia y cuidado

Todos los martes, hacia las 10 de la mañana, Mike Nadau saca los cubos de basura. el 29 de mayo, una maleta beis, con manchas en los laterales, llama su atención.
Está debajo de un árbol, en una de las esquinas del inmueble en el que trabaja, donde deposita habitualmente la basura. Mike recuerda haberla visto antes, cuatro días atrás para ser exactos. Los empleados del Ayuntamiento no habían querido llevársela. La maleta descansa sobre sus ruedas, en posición vertical, cerrada con un candado. Pero en uno de sus laterales solo hay una cremallera. Mike la abre despacio. Un olor nauseabundo invade el aire. No tiene tiempo de ver el contenido, porque miles de gusanos blancos escapan por la abertura. Mike pide ayuda a un vecino: «Debe de haber un perro muerto ahí dentro», le dice. 
Los dos hombres rompen el candado de la maleta, que oscila y se abre. El contenido parece pesado. Se aproximan y lo que descubren les hiela la sangre: un tronco humano en descomposición, cubierto de sangre seca. Sin cuello. Sin cabeza. Sin brazos ni piernas. Los dos hombres corren a avisar a Eric Schorer, el portero de la finca, que llama a la Policía. Los agentes llegan tres minutos más tarde, acordonan la zona y confiscan las cintas de las cámaras de vigilancia del edificio. Han filmado todo lo que sucedió en la noche del 24 al 25 de mayo. Hacia las cuatro de la tarde, un agente de la Policía de Montreal (SPVM) vuelve al lugar y le muestra las grabaciones al portero: en ellas aparece una silueta grácil arrastrando por el portal una maleta idéntica a la del cadáver descuartizado. «¿Reconoce usted a este hombre?», le pregunta el policía. Eric Schorer no tiene ninguna duda. Es uno de los nuevos inquilinos. «Un tipo extraño, pero no desagradable, con un nombre un poco raro. Espere, escaneé su pasaporte. Le daré una copia». La búsqueda del asesino de Montreal ha comenzado.
Luka Rocco Magnotta se había instalado en el 5720 del bulevar Décarie, un edificio de aspecto sórdido, cuatro meses antes, en un estudio de 25 metros cuadrados de la segunda planta, largo y estrecho como un tubo. El apartamento tiene un pequeño cuarto de baño con bañera y una cocina americana con armarios que no cierran bien. Su única ventana da a un balcón que se abre sobre el ruidoso bulevar. Pegada con celo sobre la puerta de un armario, la siguiente nota: «Si no te gusta verte en el espejo, no te mires. Me la suda». A saber quién puede entenderlo.
Rocco, como le gustaba que lo llamaran, pagaba con regularidad su modesto alquiler: 490 dólares canadienses. Los primeros meses, al contado. Ofrecía todas las garantías necesarias: referencias por escrito de antiguos caseros y una cuenta bancaria con dinero. Antes de firmar la fianza, el portero tuvo, sin embargo, la precaución de comprobar sus antecedentes en Google. Descubrió numerosos vídeos en los que Rocco se describe como «male stripper». Un profesional del strip-tease... y homosexual. «Pero me había contado que tenía un hijo y que estudiaba para convertirse en cuidador de ancianos». Qué más da ahora. La mayoría de los habitantes del edificio son gente marginal; muchos, alcohólicos. «Una vez al año, más o menos, me encuentro en algún apartamento el cadáver de un muerto por sobredosis». Rocco, sin embargo, iba mejor vestido que la mayoría. Desde que se instaló hasta el descubrimiento de la maleta, no había molestado a nadie...
La Policía de Montreal tiene grandes dificultades al principio para situar el personaje de Luka Rocco Magnotta. Es sumamente esquivo. Nació en la región de Ontario, cerca de Toronto, el 24 de julio de 1982 y siempre había vivido en la marginalidad. Su verdadero nombre es Eric Clinton Newman. Su madre es de origen ruso. Parece que vivió un tiempo con su abuela materna, Phyllis. Según el testimonio de algunos familiares, era una tirana. El Examiner, un periódico local de Scarborough -la ciudad de origen de Rocco-, ha entrevistado a algunos allegados que cuentan que siempre tuvo delirios de grandeza con tendencias violentas. «Es un enfermo mental, una bomba de relojería», asegura una pariente que dice conocerlo desde muy pequeño.En 2006 realiza los trámites legales para cambiarse de nombre. Adiós a Eric Newman, bienvenido Luka Rocco Magnotta. Rocco, ¿como Siffredi? Los investigadores se hacen muchas preguntas. Igual que pudo haber escogido Magnotta por mignotta, que quiere decir prostituto en italiano. En esa época, el joven de 24 años es de una belleza perturbadora. Decide utilizar su físico para hacerse un nombre en el mundo del porno y la prostitución gay. Ya cuenta con una ficha judicial abultada: numerosas condenas por robo, fraude y agresión sexual a una mujer. Aunque a él le gustan los hombres. Nathan, un joven homosexual de su misma edad, lo conoció en esa época en el Taboo, un bar de Montreal con bailarines gogó. Trabajaban allí juntos. «Tenía una belleza tenebrosa que atraía a la clientela», cuenta.
En 2007 cambia otra vez de identidad. Ahora se hace llamar Jimmy. En una entrevista de una web gay, en la que presume de sus proezas sexuales (afirma que lo hace hasta 9 veces al día), asegura que ya no trabaja como gogó, que lo hace como escort boy, chico de compañía. Un trabajo de mayor nivel. Frecuenta a hombres ricos, poderosos, con los que conoce mundo. «Me gustan el sexo, los viajes y conocer gente. Mi vida es fantástica», afirma.En esa época ha cortado toda relación con su familia. Va a la deriva. A pesar de su look a lo James Dean, su aparición en un concurso de belleza de un canal por cable, Cover gay, es un desastre. «No tienes suficientes músculos, amigo», le espeta el productor, Larry Peloso. Sus sueños de celebridad se esfuman. Nathan, el stripper del bar Taboo, al que sigue viendo, lo recuerda muy bien: «Decía cosas muy negras, tomaba muchas drogas duras, cristal por ejemplo. Tenía la mirada fija, con un aire muy inquietante. Era casi la de un esquizofrénico».
En 2010, mientras vive en Etobicoke, un barrio pobre del extrarradio de Toronto, Magnotta empieza a publicar un blog lleno de provocaciones racistas, en el que cuelga imágenes de gatos pequeños mientras los asfixia con bolsas de plástico o se los da de comer a su boa. Las imágenes recorren Internet. Las protectoras de animales protestan. Él responde que volverá a hacerlo en breve, pero esta vez no con animales, sino con seres humanos. Cumplió su propósito a finales de este mes de mayo.Desde su regreso a Montreal, Luka Rocco Mignotta deambulaba por el Village, el barrio gay. Eric Lacoursière es cocinero de noche en el Club Sandwich, un restaurante de la zona. Se acuerda de Rocco. «Llegaba con dos colegas de la misma edad, sobre las tres de la madrugada. Se sentaba al fondo. A veces le servía en el coche, un Jaguar. Me pregunto cómo se lo pudo comprar». Magnotta sabe vender sus encantos al mejor postor, a menos que el vehículo perteneciera a uno de sus clientes.Pero a Rocco le interesaban también los hombres de su edad. ¿Intentaba quizá conseguir una relación estable? 
Desde hacía algún tiempo frecuentaba a un joven chino de 33 años, Jun Lin, un estudiante de la Universidad de Concordia que había llegado a Montreal el verano pasado. Dos veces por semana trabajaba en un supermercado regentado por un compatriota llamado Kankan Huang. «Era discreto y los clientes lo apreciaban. Ahora, me envían notas de condolencia», confiesa el tendero, destrozado por la pérdida de su empleado a manos de Rocco. Kankan Huang es una de las últimas personas que vio con vida a Jun Lin. El 24 de mayo lo relevó en la tienda a las cinco de la tarde. «Hasta mañana», se despidió Lin.
Los investigadores tratan de establecer todavía con exactitud lo que pasó en la noche del 24 al 25 de mayo. El suplicio de Lin fue filmado por su torturador. El vídeo, de 10 minutos, apareció en Internet, probablemente colgado por el propio Rocco. De fondo suena la canción True faith, la banda sonora de la película American psycho, basada en la novela de Bret Easton Ellis. El joven chino está tumbado sobre una cama. Al principio se mueve, aunque está atado con cuerdas. Está desnudo y tiene una erección. Lleva una banda negra sobre los ojos y otra blanca sobre la boca. Parece drogado. A su alrededor, el decorado se corresponde con el apartamento de Magnotta. 
La continuación es espeluznante. El asesino, todo de negro, se acerca con un picahielo que hunde en el vientre de su víctima, que no reacciona. Se lo clava unas cien veces. Antes, lo ha degollado. Acuchilla sus miembros. Da vueltas a la cabeza decapitada sujetándola por el cabello. Frente a la cámara, corta, descuartiza. Sodomiza a su víctima. El vídeo se termina con un primer plano del cuello ensangrentado, tras la decapitación. El asesino actúa con sangre fría y de forma metódica, sin ninguna empatía hacia su víctima.
Tras colgar el vídeo en Internet, Luka Rocco Magnotta envió por correo miembros del cadáver a los dos principales partidos políticos canadienses. Y tomó un avión a Francia desde el aeropuerto de Montreal-Trudeau. Los viajeros que se sentaron cerca de él lo describen nervioso, sucio, abatido y llorando en la parte posterior del avión. Lo identificaron en un vídeo filmado en el aeropuerto parisiense de Roissy que les mostró la Policía francesa. Mientras tanto, el asesino se pierde por la región parisina, sin que nadie lo moleste. Los restos de su víctima todavía no han sido descubiertos. Al atardecer del jueves 31 de mayo ya sabe que lo han identificado y que lo buscan en Francia. A las siete y media coge un autobús de Eurolines hacia Alemania. De nuevo utiliza una falsa identidad: Tramell, el apellido de la asesina interpretada por Sharon Stone en Instinto básico. El lunes, sobre la una y media de la tarde, Kadir Anlayisli, el dueño de un cibercafé del barrio berlinés de Neukölln, lo reconoce cuando se quita las gafas negras y se dirige a él con acento francés. Ya no tiene ninguna duda cuando ve que Rocco consulta páginas web dedicadas a su fuga. Anlayisli llama a la Policía. Cuando lo interrogan, Rocco se deja detener sin oponer resistencia. «Me habéis cogido», dice.
Días antes, cuando todavía no era seguro que fueran a detenerlo, el doctor Gilles Chamberland -uno de los mejores psiquiatras canadienses- había alertado a las autoridades de Québec: «Es un enfermo narcisista. Cuanto más pase el tiempo, más probabilidades hay de que vuelva a hacerlo...». 

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