viernes, 7 de agosto de 2009

Una de espias....a la española.

Usó muchas identidades falsas: Ivonne, Znoy, María de la Luisa de las Heras, María de la Sierra, María Paulova o Ibona África, la morena. Pero mantuvo a salvo la suya. Sobre su lápida, en el cementerio moscovita de Jovánskoye, donde permanece enterrada junto a otros héroes rusos, se lee una palabra en castellano: «Patria», su alias. Debajo, caligrafiado en cirílico, aparece escrito su nombre real: África de las Heras. Nació en Ceuta, en 1909, en el seno de una familia acomodada de militares y ha sido la única española que ha recibido una docena de conderaciones de la URSS. Alcanzó el grado de Coronel de la KGB y fue distinguida con el título de Colaboradora Honoraria de los Órganos de Seguridad del Estado, situándola al lado de espías legendarios, como Kim Philby o William Fischer. Participó en la Revolución de Asturias, en la Guerra Civil española, en la conjura para matar a Trotsky y en las guerrillas rusas que hostigaban la retaguardia alemana durante la Segunda Guerra Mundial. Organizó la red de espionaje de la Unión Soviética en Iberoamérica y fiel al lema de los servicios de inteligencia -el mejor espía es aquel de quien menos se sabe-, apenas se supo de ella hasta que falleció a finales de los ochenta. Participó en la insurreción revolucionaria de 1934. En los altercados que agitaron las calles de Madrid. Escapó de su detención por una rocambolesca fuga en tren que la trasladó a Lisboa. Amaro del Rosal, amigo de la epoca, escribió: «Ingresó en el Partido Socialista y fue una activa miliciana en la preparación del movimiento revolucionario. Sirvió de enlace y participó en movimientos de trasiego de armas. Estaba dotada de una gran inteligencia y de un espíritu valiente y aventurero». Así lo demostró al dirigir la sección de «denuncias e investigaciones» en Barcelona tras el alzamiento del 36. Un año después, Leonid Eitingon, un agente de la NKVD en España, la captó como espía. A continuación intervino en la Guerra Civil española, liberando a prisioneros o conduciendo algunos grupos de refugiados hacia el exilio Pero donde probaría su valor de manera definitiva fue en las guerrillas que el ejército soviético infiltró detrás de las líneas nazis. Se entrenó con los soldados y fue lanzada en paracaídas tras el ejército alemán. Era junio de 1942. El derrumbamiento del Tercer Reich catapultó a África de las Heras a París, donde continuó su trabajo de espionaje como modista. Allí conoció a Valentino Marchetti, un espía italiano que trabajaba para la Lubianka. Un compañero de filas y de oficio (fue su tercer marido) que la acompañó en su hermetismo y sus labores secretas hasta que se ha roto el silencio de su leyenda. Matahari jugaba a las canicas. Fuente: www.belt.es

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