domingo, 20 de septiembre de 2009
Alejandro III de Macedonia, llamado el Magno, se convenció un día de que tenía que conquistar todo el mundo conocido. Mostró desde el principio criterios solidarios ya que no le importaba el país, ni el culto, ni el color de sus gentes. Así que se propuso imponer la pax alexandrina, como otros se propusieron después la pax romana o, en nuestro tiempos, la pax americana. Si hubiera vivido en nuestro siglo, la ONU votaría en su contra (o a su favor, quién sabe).
Alejandro Magno murió poco antes de cumplir los 33 años de edad y, según sus amigos, había sido tan valeroso como inteligente desde su más tierna infancia. Quiere esto decir que el chico apuntaba maneras, a pesar de que los escritores de su séquito entremezclaran la realidad con todo tipo de elementos maravillosos y fantásticos. Después, sus generales se repartieron el botín de las conquistas del macedonio sin atender a sus últimas voluntades, por lo demás plenamente desconocidas. ¿Qué sabemos hasta ahora?. Que en el siglo IV antes de nuestra era un jovenzuelo que decidió dedicarse al oficio de conquistador, se tiró a la piscina oriental y se quedó con todo lo que pudo. De haber sido asiático hubiera pasado a la historia como un monstruo, ahora, eso sí, como era griego, el muchacho se convirtió en un héroe, un mito agradable.
¡Adórenme!
Educado por su padre Filipo II y por Aristóteles, es descrito del siguiente modo: alto, viril, atlético, mirada dulde, piel blanca, cabellos rubios, etc... es decir un Adonis.
Sin embargo los datos históricos no son tan benévolos con Alejandro. Después del asesinato de su padre, en el que parece que tuvo algo que ver, fue nombrado rey y se deshizo de quienes se oponían a su coronación. Tras la conquista de Persia, exigió a todos sus súbditos que se postraran ante él en señal de adoración, hecho que fue criticado por su hermano Clito, que le había salvado la vida en la batalla de Gránico. Clito no volvió a criticar nada, pues el "agradecido hermano" le estranguló con sus propias manos. Las crónicas antiguas se esmeraran en destacar su heroicidad frente a enemigos inexpugnables y peligros inasumibles, pero investigaciones modernas apuntan a un ataque de delírium trémens como causa de su óbito.
Fuente: Historia y Vida
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