lunes, 14 de septiembre de 2009
El reinado de Felipe III de Francia estuvo marcado por la guerra de religión entre católicos y hugonotes. Al frente del partido católico, la Santa Liga, se encontraba el ambicioso e intrasigente duque Enrique de Guisa, instigador en 1572 de la matanza conocida como la noche San Bartolomé, en la que fueron asesinados miles de protestantes franceses.
El jefe de los hogonotes era Enrique de Navarra, que para desasosiego de realistas y ultracatólicos ocupaba el primer puesto en la línea de sucesión al trono.
Guisa consideraba a Enrique de Navarra "un aborto del infierno" y estaba dispuesto a ceñirse la corona.
En la primavera de 1588 se hizo fuerte en París, donde fue acogido por una población entusiasta, y obligó al monarca a promulgar un edicto que le otorgaba poderes de regente y exhortaba al pueblo a no aceptar por soberado a un hereje.
Viéndole intolerablemente sometido y a punto de caer, Enrique III empezó a acariciar la idea de eliminar a su poderoso rival; el 23 de diciembre , Enrique de Guisa fue llamado de improvisto al castillo de Blois. El pretexto era reunir a los notables del reino para encontrar una salida política a la situación.
Una vez comenzado el consejo, el secretario advirtió a Guisa que el soberano quería verle en sus habitaciones. Allí le esperaban varios caballeros con dagas bajo las capas y el propio Enrique III que se había ocultado tras un tapiz.
Muerto en baja voz
Cuando el duque quiso retroceder era demasiado tarde, los atacantes le sujetaron brazos y piernas y empezaron a asestarle puñaladas. Consiguió arrastrarse hasta el lecho real, donde cayó exclamando Miserere mei Deus!.
En el verano de 1589, Enrique III, se encontraba con su ejército frente a las murallas de la capital cuando un monje dominico llamado Jacques Clément solicitó audiencia, asegurando que llevaba un mensaje de un realista retenido por los católicos. El fraile era en realidad un fanático mienbro de la Liga que , una vez en presencia del soberano, se aproximó para susurrarle unas palabras al oído y le hundió un puñal en el vientre.
Y así, de esta "guisa" murió el asesino de Guisa.
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