sábado, 5 de septiembre de 2009

Jack el Destripador, los crimenes perfectos

En el Londres victoriano de finales del siglo XIX, al menos cinco prostitutas alcohólicas fueron descuartizadas con saña en apenas tres meses, y todas en un radio de unos dos kilómetros cuadrados, en las inmediaciones del barrio de Whitechapel. Más de un siglo después aún no se ha revelado la identidad de psicópata que las asesinó, las destripó y devoró parte de sus vísceras. El nombre por el que ha pasado a la historia, Jack el Destripador... el asesino en serie más famoso de todos los tiempos, se lo puso él mismo. Con ese "nombre artístico", según sus propias palabras, firmaba los comunicados escritos con macabra tinta roja que enviaba a la policía vanagloriándose de su última fechoría y anunciando la siguiente.
"Querido jefe: Sigo oyendo decir que la policía me ha capturado, pero la verdad es que aún no han dado conmigo. [...]. La mujer no tuvo tiempo de dar ni un solo grito. Me gusta mi labor y tengo ganas de empezar de nuevo. Pronto sabréis de mí y de mis divertidos juegos". No culpen a los judios Ni el comité de vigilancia, creado por los vecinos de Whitechapel desde el primer asesinato, ni la policía encargada del caso, pudieron detener al taimado asesino que sembró el terror en las calles de Londres y originó una crisis sin precedentes. Se barajaron varios prototipos de sospechosos y decenas de personas fueon arrestadas y puestas luego en libertad. Uno de los primeros imputados, el judío John Pizar, zapatero de origen polaco, tenía una buena coartada. Además, alguien, acaso el propio Jack, escribió en una pared: "No hay por qué culpar a los judíos". Otra misiva del asesino que se publicó en la prensa, en la que decía: "No tengo tiempo aún para deciros cómo me he convertido en un asesino, pero ya sabréis cuando llegue el momento que soy uno de los pilares de la sociedd", levantó las sospechas en torno al hijo del príncipe de Gales. Albert Victor, el duque de Clarence, que tenía fama de frecuentar burdeles y murió al poco de cesar los asesinatos. Un enigma para la historia La pericia casi quirúrgica del asesino hizo tambalear la reputación de los médicos de la zona. Y las mujeres tampoco se vieron libres de sospecha. Con la alarma social creada, sólo otra prostituta podía conseguir que sus compañeras la siguieran sin miedo y pasar desapercibida al mismo tiempo ante las atentas miradas de la policía y los desconfiados transeúntes en alerta. Era el año 1888 y la leyenda de Jack el Destripador no había hecho más que empezar. Los periódicos aumentaron sus tiradas. Nadie igualaba sus crímenes en sadismo y astucia. Se sucedian la hipótesis sobre su posible perfíl. Las autoridades eran sometidas a escarnio por su supuesta falta de profesionalidad, hasta el punto de que el jefe de Scotland Yard, que contó con la ayuda de una dotación del ejército, tuvo que presentar su dimisión. Hubo, incluso, malos imitadores de los crímenes del Destripador que complicaron todavía más la investigación policial. El personaje, mítico en la historia del crimen, se convertiría pronto en protagonista literario y cinematográfico, en objeto de estudio de psiquiatras, en modelo para la investigación criminal y en una de las peores pesadillas agazapadas en el inconsciente colectivo a escala universal.
Fuente: Historia y Vida

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