martes, 1 de junio de 2010
El Loa loa o "Gusano africano del ojo" se trata de un gusano que parasita a humanos de forma bastante peculiar. Es un tipo de nematodo y tiene forma de hilo. Se localiza en las calurosas y húmedas regiones de África occidental donde se encuentra de forma endémica. Aunque los actuales movimientos migratorios hacia España hacen que se detecten de vez en cuando estos gusanos en el país ibérico. Quizás pueda parecer poco frecuente, pero millones de personas se encuentran infectadas por ese parásito. Aún más si tenemos en cuenta que las cifras estimadas son mucho más bajas que la cifra real ya que la infección puede pasar totalmente desapercibida.
Su ciclo de vida comienza en dos especies diferentes de moscas que se alimentan de la sangre humana (más conocidos como tábanos). Ahí, en la trompa de las moscas, se encuentra el loa loa.
Cuando una de estas moscas pica a un ser humano, no sólo se lleva consigo un poco de sangre sino que a cambio le deja un pequeño regalito en la piel: larvas de loa loa. Estas larvas se introducen bajo la piel a través de la herida que ha provocado la mosca para alimentarse y permanece en el tejido subcutáneo. Ahí comenzará a crecer, hasta convertirse en un individuo adulto sin ninguna manifestación clínica.
Las dimensiones que pueden llegar a alcanzar los individuos adultos son de 7 cm. de longitud y 0,5 mm. de diámetro y pueden permanecer hasta 17 años en una persona. Las hembras suelen ser notablemente más grandes que los machos. Pueden pasar meses o incluso varios años desde la infección hasta que el individuo se convierte en adulto y comienza a mostrar algún tipo de señal. Se desplazan a través de los tejidos a una velocidad de 60 cm. por hora, algo necesario para que las hembras y los machos puedan encontrarse en algún punto de la persona y tener descendencia, las microfilarias. Éstas pasarán al torrente sanguíneo a través de los capilares siguiendo una rutina diaria que es justamente la misma en la que los tábanos pican a las personas para alimentarse. Con una rigurosa rutina, las microfilarias migran a la sangre de 10 de la mañana hasta las 4 de la tarde. Si da la casualidad de que un tábano aprovecha para alimentarse y toma contacto con una de las microfilarias, pasará al tubo digestivo de éste para posteriormente contagiar a más personas con la próxima picadura, cerrando así el ciclo de la vida del loa loa. Las demás microfilarias, que no hayan entrado en contacto con ningún tábano, regresarán a los pulmones donde esperarán al próximo día para volver a la sangre con el mismo horario de siempre.
La característica principal del Loa loa, que además le ha hecho ganarse el apodo de Gusano del Ojo, es su paseo a través de los ojos en su desplazamiento contínuo a través del cuerpo de la persona. Y, a diferencia de otros gusanos que también pueden llegar a los ojos, no provoca ceguera ni tampoco tiene por qué manifestar otros síntomas. Muchas personas descubren que están infectadas al notar "algo" que se mueve por el ojo o incluso ven una especie de sombra. Ese fue el caso de un nigeriano presentado como un caso clínico en el New England Journal of Medicine. Mientras iba conduciendo, se dio cuenta de que "algo" se movía en su ojo derecho. Acudió entonces a un óptico que detectó un gusano fino y ondulante que estaba bajo la conjuntiva pero no fue capaz de extraerlo. La irritación en el ojo por el gusano cesó al día siguiente y no volvió a aparecer por el ojo hasta una semana después y entonces acudió a un oftalmólogo pero el gusano volvió a esconderse. No fue hasta cuatro días más tarde cuando por fin el gusano mostró la "cara" y se pudo extraer.
Además de su paseo de cuando en cuando por los ojos, puede producir picor en las zonas de la piel por donde va migrando o si llega a un punto muy sensible provocar dolor. También pueden ocurrir inflamaciones e hinchazones bajo la piel y dolor muscular. No hay ninguna zona del cuerpo humano que se libre de la ruta de paso del loa loa, puede llegar a los testículos, la vagina, al corazón e incluso al cerebro. En aquellos individuos con la piel más delgada, puede incluso observarse el gusano y como se va moviendo bajo ésta.
Fuente: MedTempus
Cuando una de estas moscas pica a un ser humano, no sólo se lleva consigo un poco de sangre sino que a cambio le deja un pequeño regalito en la piel: larvas de loa loa. Estas larvas se introducen bajo la piel a través de la herida que ha provocado la mosca para alimentarse y permanece en el tejido subcutáneo. Ahí comenzará a crecer, hasta convertirse en un individuo adulto sin ninguna manifestación clínica.
Las dimensiones que pueden llegar a alcanzar los individuos adultos son de 7 cm. de longitud y 0,5 mm. de diámetro y pueden permanecer hasta 17 años en una persona. Las hembras suelen ser notablemente más grandes que los machos. Pueden pasar meses o incluso varios años desde la infección hasta que el individuo se convierte en adulto y comienza a mostrar algún tipo de señal. Se desplazan a través de los tejidos a una velocidad de 60 cm. por hora, algo necesario para que las hembras y los machos puedan encontrarse en algún punto de la persona y tener descendencia, las microfilarias. Éstas pasarán al torrente sanguíneo a través de los capilares siguiendo una rutina diaria que es justamente la misma en la que los tábanos pican a las personas para alimentarse. Con una rigurosa rutina, las microfilarias migran a la sangre de 10 de la mañana hasta las 4 de la tarde. Si da la casualidad de que un tábano aprovecha para alimentarse y toma contacto con una de las microfilarias, pasará al tubo digestivo de éste para posteriormente contagiar a más personas con la próxima picadura, cerrando así el ciclo de la vida del loa loa. Las demás microfilarias, que no hayan entrado en contacto con ningún tábano, regresarán a los pulmones donde esperarán al próximo día para volver a la sangre con el mismo horario de siempre.
La característica principal del Loa loa, que además le ha hecho ganarse el apodo de Gusano del Ojo, es su paseo a través de los ojos en su desplazamiento contínuo a través del cuerpo de la persona. Y, a diferencia de otros gusanos que también pueden llegar a los ojos, no provoca ceguera ni tampoco tiene por qué manifestar otros síntomas. Muchas personas descubren que están infectadas al notar "algo" que se mueve por el ojo o incluso ven una especie de sombra. Ese fue el caso de un nigeriano presentado como un caso clínico en el New England Journal of Medicine. Mientras iba conduciendo, se dio cuenta de que "algo" se movía en su ojo derecho. Acudió entonces a un óptico que detectó un gusano fino y ondulante que estaba bajo la conjuntiva pero no fue capaz de extraerlo. La irritación en el ojo por el gusano cesó al día siguiente y no volvió a aparecer por el ojo hasta una semana después y entonces acudió a un oftalmólogo pero el gusano volvió a esconderse. No fue hasta cuatro días más tarde cuando por fin el gusano mostró la "cara" y se pudo extraer.
Además de su paseo de cuando en cuando por los ojos, puede producir picor en las zonas de la piel por donde va migrando o si llega a un punto muy sensible provocar dolor. También pueden ocurrir inflamaciones e hinchazones bajo la piel y dolor muscular. No hay ninguna zona del cuerpo humano que se libre de la ruta de paso del loa loa, puede llegar a los testículos, la vagina, al corazón e incluso al cerebro. En aquellos individuos con la piel más delgada, puede incluso observarse el gusano y como se va moviendo bajo ésta.
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