martes, 18 de mayo de 2010
Javed Iqval era un ingeniero químico paquistaní de 42 años.
Este hombre fue detenido en diciembre de 1998 tras enviar una carta a la Policía en la que confesaba haber estrangulado a un centenar de jóvenes.
En esta carta, el asesino no solo se mofaba de la incapacidad de las autoridades de atraparlo y ponerlo entre rejas, sino que también en ella explicaba cómo había cortado en pedazos los cuerpos de sus víctimas, de las que abusaba sexualmente antes de asesinarlas, para depositar posteriormente los restos en una tinaja con ácido, para hacer desaparecer los cadáveres.
La carta produjo un total revuelo en las autoridades, y desencadenó una auténtica caza del asesino.
Tras un mes y medio de búsqueda, el hombre fue detenido.
El 30 de diciembre, Iqbal se presentó en las oficinas de “The News”,
un periódico de la ciudad paquistaní de Lahore.
En la redacción de este periódico declaró que no sentía remordimientos por haber matado a 100 niños, pero que, si bien podría haber matado a 500 de ellos, si sólo asesinó a 100 fue porque no quiso ir “más allá”.
Confesó a los periodistas que sus actos fueron en protesta por los malos tratos que sufrió por parte de las Fuerzas de Seguridad, y que temía por su vida si se entregaba directamente a la Policía, pues por ese motivo había acudido al periódico local.
La investigación:
La investigación se dirigió directamente a la casa que el ingeniero compartía con sus cómplices.
Allí se encontraron las fotografías de 100 niños muertos y las ropas que muchos de ellos llevaban cuando desaparecieron.
También se hallaron algunos restos de cadáveres en una tinaja azul.
La mayoría de las víctimas eran procedentes de familias muy pobres o eran mendigos, y en algunos casos habían pasado meses de la desaparición hasta que las familias presentaron las denuncias.
La mayoría de los niños fueron identificadas por sus familias, a las que fueron mostradas las fotografías.
El asesino afirmó que las fotografías eran tomadas por sus dos cómplices que, según añadió, eran homosexuales, aunque negó que él lo fuera.
El juicio:
Durante el juicio, el ingeniero negó la versión de los hechos que el mismo relataba en la carta que había enviado a la policía, y afirmó que había sido detenido por error.
El juicio fue totalmente en contra del asesino, pues 105 testigos de la acusación prestaron declaración ante el tribunal, mientras que de la defensa no se presentó nadie.
La sentencia:
Javed Iqval fue declarado culpable, y su castigo se realizaría de acuerdo con la “Sha’aria”, (tradicional ley islámica, conocida como la ¨Ley del Talión¨).
El asesino debería ser ejecutado en el parque público más popular de la ciudad, de la misma manera que él ejecutó a sus víctimas.
La Corte de Lahore declaró: “Morirá estrangulado delante de los padres de los niños a los que ha matado, y su cuerpo será cortado en cien pedazos que serán depositados en ácido, como usted hizo con los niños“.
Sajid Ahmad, uno de los cómplices de Iqbal, de tan solo 17 años fue también condenado a muerte, pues participó en cada uno de los asesinatos.
Mamad Nadeem, de 15 años, fue declarado culpable de los crímenes de trece de las víctimas a sido condenado a 182 años de prisión (14 por cada uno de ellos) y Mamad Sabir, de 13 años, a 63 años de cárcel.
Tras oír la sentencia en una sala abarrotada de público, Iqbal juró por su honor que era inocente, posteriormente firmó el fallo y fue conducido a la prisión.
Su abogado defensor, Najeeb Faisal Chuadhry, declaró a la prensa que pensaba apelar a la sentencia y si fuera necesario llevaría el caso ante el Tribunal Supremo.
Pues en este caso, la ejecución se podría demorar durante años.
Si bien la sentencia fue duramente criticada por grupos de derechos humanos, e incluso por el Concilio de Ideología Islámica, la corte de Lahore no dio paso atrás.
La sentencia nunca llegó a cumplirse:
La mañana de 8 de octubre de 2001, cuatro días antes de que la Sha’aria rindiera su veredicto final, las autoridades de la prisión de Kot Lakhpat hicieron pública la muerte de Javed Iqbal y su cómplice Sajid Ahmad.
Ambos fueron encontrados en sus celdas ahorcados, al parecer, con sus sábanas.
Las autopsias revelaron que ambos habían sido golpeados y algunas declaraciones de guardias y custodios no parecían ser del todo verídicas, pero en definitiva las autoridades dictaminaron el “suicidio” de los acusado.
Este hombre fue detenido en diciembre de 1998 tras enviar una carta a la Policía en la que confesaba haber estrangulado a un centenar de jóvenes.
En esta carta, el asesino no solo se mofaba de la incapacidad de las autoridades de atraparlo y ponerlo entre rejas, sino que también en ella explicaba cómo había cortado en pedazos los cuerpos de sus víctimas, de las que abusaba sexualmente antes de asesinarlas, para depositar posteriormente los restos en una tinaja con ácido, para hacer desaparecer los cadáveres.
La carta produjo un total revuelo en las autoridades, y desencadenó una auténtica caza del asesino.
Tras un mes y medio de búsqueda, el hombre fue detenido.
El 30 de diciembre, Iqbal se presentó en las oficinas de “The News”,
un periódico de la ciudad paquistaní de Lahore.
En la redacción de este periódico declaró que no sentía remordimientos por haber matado a 100 niños, pero que, si bien podría haber matado a 500 de ellos, si sólo asesinó a 100 fue porque no quiso ir “más allá”.
Confesó a los periodistas que sus actos fueron en protesta por los malos tratos que sufrió por parte de las Fuerzas de Seguridad, y que temía por su vida si se entregaba directamente a la Policía, pues por ese motivo había acudido al periódico local.
La investigación:
La investigación se dirigió directamente a la casa que el ingeniero compartía con sus cómplices.
Allí se encontraron las fotografías de 100 niños muertos y las ropas que muchos de ellos llevaban cuando desaparecieron.
También se hallaron algunos restos de cadáveres en una tinaja azul.
La mayoría de las víctimas eran procedentes de familias muy pobres o eran mendigos, y en algunos casos habían pasado meses de la desaparición hasta que las familias presentaron las denuncias.
La mayoría de los niños fueron identificadas por sus familias, a las que fueron mostradas las fotografías.
El asesino afirmó que las fotografías eran tomadas por sus dos cómplices que, según añadió, eran homosexuales, aunque negó que él lo fuera.
El juicio:
Durante el juicio, el ingeniero negó la versión de los hechos que el mismo relataba en la carta que había enviado a la policía, y afirmó que había sido detenido por error.
El juicio fue totalmente en contra del asesino, pues 105 testigos de la acusación prestaron declaración ante el tribunal, mientras que de la defensa no se presentó nadie.
La sentencia:
Javed Iqval fue declarado culpable, y su castigo se realizaría de acuerdo con la “Sha’aria”, (tradicional ley islámica, conocida como la ¨Ley del Talión¨).
El asesino debería ser ejecutado en el parque público más popular de la ciudad, de la misma manera que él ejecutó a sus víctimas.
La Corte de Lahore declaró: “Morirá estrangulado delante de los padres de los niños a los que ha matado, y su cuerpo será cortado en cien pedazos que serán depositados en ácido, como usted hizo con los niños“.
Sajid Ahmad, uno de los cómplices de Iqbal, de tan solo 17 años fue también condenado a muerte, pues participó en cada uno de los asesinatos.
Mamad Nadeem, de 15 años, fue declarado culpable de los crímenes de trece de las víctimas a sido condenado a 182 años de prisión (14 por cada uno de ellos) y Mamad Sabir, de 13 años, a 63 años de cárcel.
Tras oír la sentencia en una sala abarrotada de público, Iqbal juró por su honor que era inocente, posteriormente firmó el fallo y fue conducido a la prisión.
Su abogado defensor, Najeeb Faisal Chuadhry, declaró a la prensa que pensaba apelar a la sentencia y si fuera necesario llevaría el caso ante el Tribunal Supremo.
Pues en este caso, la ejecución se podría demorar durante años.
Si bien la sentencia fue duramente criticada por grupos de derechos humanos, e incluso por el Concilio de Ideología Islámica, la corte de Lahore no dio paso atrás.
La sentencia nunca llegó a cumplirse:
La mañana de 8 de octubre de 2001, cuatro días antes de que la Sha’aria rindiera su veredicto final, las autoridades de la prisión de Kot Lakhpat hicieron pública la muerte de Javed Iqbal y su cómplice Sajid Ahmad.
Ambos fueron encontrados en sus celdas ahorcados, al parecer, con sus sábanas.
Las autopsias revelaron que ambos habían sido golpeados y algunas declaraciones de guardias y custodios no parecían ser del todo verídicas, pero en definitiva las autoridades dictaminaron el “suicidio” de los acusado.
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3 comentarios:
Sha’aria, vaya remanente de brutalidad la que aún enquista a varias sociedades y ese "suicidio" huele a "Baader - Meinhof"...interesante historia
"Ruta de acceso a la fuente del agua". Si, que lindo nombre para tan malas intenciones. ¿Quién fue primero la Fracción del Ejército Rojo, o los señores cántaros?.
Sea quien sea, a mi me huelen mal los dos. Saludotes
"El asesino afirmó que las fotografías eran tomadas por sus dos cómplices que, según añadió, eran homosexuales, aunque negó que él lo fuera."
Vaya, qué curioso, nuevamente el ingrediente casi infaltable de los asesinatos en serie con torturas y mutilaciones: la HOMOSEXUALIDAD.
Por eso nuestra sociedad occidental corre un tremendo peligro, pues aceptamos la homosexualidad como algo normal, cuando en nuestro fuero interno sabemos que es anormal y perversa. Como padres debemos cuidar a nuestros hijos con mucho amor y evitar que los aborden estos degenerados para que no sean víctimas o más tarde sean homosexuales también...y un peligro para la sociedad. Es nuestra responsabilidad evitarlo.
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