miércoles, 17 de noviembre de 2010

Irma Grese

Después de la Segunda Guerra Mundial, los aliados triunfantes llevaron a numerosos criminales de guerra nazis ante el célebre Tribunal de Nüremberg y en otras instancias judiciales. Casi todos eran hombres. Una de las pocas mujeres enjuiciadas y condenadas por crímenes contra la humanidad fue Irma Grese, quien cometió múltiples y atroces delitos durante el tiempo en que se desempeñó como supervisora en los campos de concentración de Birkenau, en Auschwitz, así como en Bergen-Belsen y Ravensbrück.
 
Durante el juicio, realizado al término de la guerra en Nüremberg, dio pormenores de su vida antes de trabajar en los campos de concentración: nació el 17 de octubre de 1923 y terminó la escuela elemental en 1938, dos años después del fallecimiento de su madre, quien dejó en la orfandad a dos pequeñas (Irma era una de ellas) y dos niños. Después de la escuela, la joven desempeñó pequeños y efímeros trabajos en una granja, en un hospital y en una lechería. De hecho es conocido su deseo de ser enfermera. Eran ya los tiempos de la guerra. En Alemania, como en todos los países involucrados en el conflicto, los brazos masculinos escaseaban porque se encontraban, en su mayoría, en los frentes de batalla. En 1942, la Oficina del Trabajo del Tercer Reich envió a Irma a trabajar en el campo de concentración de Ravensbrück, en donde empezó con tareas administrativas elementales.
 
Allí,...
la muchacha experimentó una transformación significativa. Años después, durante su juicio, su hermana Helena relató que, mientras Irma trabajó en Ravensbrück, la vio sólo en una ocasión, cuando fue a visitar la casa familiar en disfrute de un permiso. El padre de ambas se disgustó al ver cómo su hija se pavoneaba en uniforme de las S.S. Aquella joven se había adherido con fervor a la causa nazi.

Tras un periodo de aprendizaje, en marzo de 1943, Irma fue enviada al tristemente célebre campo de Auschwitz, en donde comenzó realizando labores de control de provisiones y manejo de correo. Poco después fue nombrada supervisora (SS Oberaufseherin). Aunque todavía no cumplía veinte años, su “carrera” iba en ascenso.
Las nuevas responsabilidades de Irma incluían el control directo de las prisioneras así como la selección de las condenadas a la cámara de gas. Durante su juicio, Irma negó enfáticamente este hecho y dijo que sólo indirectamente, por boca de las propias prisioneras, había tenido noticia de las ejecuciones en masa.
 
Pero los testimonios de las supervivientes del Holocausto indican otra cosa: acompañada de un perro de ataque, Irma golpeaba brutalmente a las reclusas con su fusta, hecha de celofán. El más mínimo pretexto era suficiente para desencadenar el castigo, que las más de las veces conducía a la muerte. 
Fue imposible determinar la responsabilidad de Irma en un número concreto de asesinatos. Se dice que los cometía a un ritmo promedio de treinta al día. El galpón C del campo Birkenau de Auschwitz, en donde ella “trabajaba”, tenía capacidad para 30 mil prisioneras. El número total de víctimas en los tres campos que se ubicaban en el pueblo de Oswiecim, rebautizado como Auschwitz, se estima entre 1 millón y 1.5 millones de personas, que en su mayoría murieron en las cámaras de gas.
Durante un breve lapso, Irma regresó a Ravensbrück, a 90 kilómetros al norte de Berlín, y luego fue enviada a Bergen-Belsen, cerca de Hannover, Alemania. Luego, permaneció en Birkenau hasta el final de la guerra.
 
Fue arrestada por los ingleses y juzgada en septiembre de 1945, junto con el comandante de Bergen-Belsen, Josef Kramer y otros cuarenta oficiales; fue condenada y colgada el viernes 13 de diciembre de ese mismo año por el verdugo británco Albert Perrepoint, junto con otras dos mujeres alemanas, las enfermeras Elisabeth Volkenrath y Juana Bormann. Irma Grese tenía 21 años.
 
Ciertamente, durante su juicio, ella negó todos los cargos de asesinato pero, aún condenada, no renegó de la ideología nazi y, en su celda, la víspera de su ejecución, entonaba los cantos marciales de las temibles SS.
 
Se ha afirmado que la criminal mantuvo relaciones amorosas con el doctor Joseph Mengele, “El Angel de la Muerte”, responsable de vivisecciones y experimentos con enfermedades en los judíos del campo. Sin embargo no hay pruebas directas de esta relación. De lo que sí quedan testimonios ciertos es de la belleza de sus facciones, endurecidas por un gesto de ferocidad y desafío. La prensa la bautizó como “El ángel rubio de Auschwitz”. 
 
Algunos de los testimonios  que se oyeron en el juicio de Nuremberg fueron tan desgarradores como los siguientes:

   - La prisionera rusa Luba Triszinska declaró que “Cuando las mujeres caían, rendidas por el trabajo, Grese solía lanzarles los perros. Muchas no sobrevivían a estos ataques”

   - Gisella Pearl, médico de los prisioneros observó que “Grese gustaba de azotar con su fusta en los senos a jóvenes bien dotadas, con el objeto de que las heridas se infectaran. Cuando esto ocurría, yo tenía que ordenar la amputación del pecho, que se realizaba sin anestesia. Entonces ella se excitaba sexualmente con el sufrimiento de la mujer”

   - Isabella Leittner y Olga Lengyel informaron de que “Irma Grese tenía aventuras bisexuales y que en los últimos tiempos había mantenido romances homosexuales con algunas internadas.

   - Helene Klein explicó que “Grese “hacía deporte” con los internos, obligándolos a hecer flexiones durante horas. Si alguien paraba, Grese le golpeaba con una fusta de equitación que siempre llevaba consigo”

   - Gitla Dunkleman y Dora Szafran testimoniaron “haber visto a Grese pegando a los internos”

   - Klara Lebowitz declaró que “Grese obligaba a los internos a permanecer en formación, durante horas, sosteniendo grandes piedras sobre sus cabezas”

   - Gertrude Diament e Ilona Stein sostuvieron que “Grese era también responsable de la selección para las cámaras de gas en Auschwitz”

   - Helene Kopper contó que, durante su estancia en el comando de castigo, “Grese había sido responsable de, al menos, 30 muertes diarias”


 

4 comentarios:

Big Boy dijo...

Expeditivamente dijo, en un tajante y cuartelario tono, Schnell!! (rápido, en alemán) a Pierrepoint, su verdugo. Este último era un profesional en el envío de almas a otro estado dimensional y en segundos dejó a la bella y sádica Irma más fría que nunca...

Anónimo dijo...

Asi mismo fué

Anónimo dijo...

Malditas basuras escorias de la humanidad estos perros alemanes. Han sido la causa de las dos guerras mundiales y estas basuras aún siguen en pie, causando admiración cuando no son más que putrefacta escoria. Que las almas de todas sus víctimas llenen de pus las entreñas de cada alemán del mundo, leprosa raza inmunda.

Natacha Díaz dijo...

Estimado anónimo, pienso que no es lo mismo cuando hablamos de Nazis que cuando lo hacemos de alemanes.
Esa basura, escoria de la humanidad, como tu les llamas fueron los inventores del A1, Cohete que se fabricó nada más y nada menos que en año 1933.
También nos han aportado el ácido acetilsalicílico, los altavoces por los que escuchas tu música, los automóviles, ya que el primero fue patentado por Benz en al año 1886, los autobuses, el concepto de autopistas que tenemos hoy en día, la batería de electricidad, los airbags,las bujías y bueno.....para que seguir, son tantos!!!!!!!!

Con ello trato de que se entienda que estoy en contra de toda violencia, de la nazi, de la del pueblo de Israel contra Palestina, de la de España contra sudamérica, de Estados Unidos contra Siria o cualquier otro país en el que han metido las narices.
Yo no hablo de "los americanos", "los israelies","los españoles". Todos los países, no conozco ninguno, igual tu nos puedes informar, han sido partícipes, de una forma u otra, de cometer tropelías y masacres, ya desde los albores de la humanidad, contra otros seres de su misma especie.
Eso, perdóname que te indique, no está aliado con la nacionalidad de nadie, sino ya desde la misma indiosincrasia de ser "humanos".

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